Por Carlos Jijón
Escuché en la televisión al ex asambleísta Virgilio Hernández, de PAIS, describir como "recaderos del pasado" a quienes defienden (debo decir "defendemos") la opción a votar No en el referendo sobre la nueva Constitución. Francamente, me causó risa. Escuchar a Virgilio Hernández, el ex subsecretario de Gobierno del régimen de Lucio Gutiérrez, hablar de "recaderos del pasado" es hasta cómico. Más aún cuando las reformas que defiende (con la misma intensidad que hace pocos años defendía al régimen del coronel) no hacen más que constitucionalizar los peores vicios de la partidocracia: concentra el poder en el presidente y disminuye los espacios de la democracia.
Los representantes elegidos por el pueblo (que ahora se llamarán asambleístas) tendrán menos poder para controlar al Ejecutivo. Mientras que le dan un enorme poder a una comisión de ciudadanos a los que no elegirá la mayoría. ¿Alguien imagina a Lucio Gutiérrez con todo el poder que la nueva Constitución concede al presidente de la República? ¿Imaginan a Bucaram? ¿A Febres Cordero?
Lo peor es que nada ha cambiado. Como en los peores tiempos de la partidocracia, esta semana, la Fiscalía ha abierto una indagación penal nada menos que al presidente de la Conferencia Episcopal, a quien una militante del Gobierno acusa de violar el tratado con el Vaticano que prohíbe a los sacerdotes participar en política partidista. Cualquier estudiante de Derecho sabe que si aquello fuera cierto, lo único que cabría es que la Cancillería reclame formalmente ante el Papa, como jefe de Estado. Y en respuesta, Su Santidad debería reprender al padre Fernando Vega por candidatizarse a una función pública y ejercerla. Pero la misma Fiscalía que no encontró ningún delito en tres guerrilleras de las FARC, que se encontraban en nuestro país haciendo la guerra contra Colombia, la misma Fiscalía ha iniciado una indagación penal contra un obispo.
A los obispos se los investiga. A las guerrilleras se las libera y hasta se las protege. Para combatir el crimen, se hacen batidas contra los guardias de seguridad. Y para defender el proyecto de Constitución que nos plantean se niega hasta lo que está escrito. Redactan que los canales de televisión y las radios tendrán que compartir con el Estado por lo menos la mitad de sus utilidades y lo niegan. Ahora hasta resulta que los de Alianza País son más papistas que los obispos en su defensa de la vida desde la concepción. Y los asambleístas que defendieron la idea del aborto como derecho de la mujer y la "soberanía del cuerpo" no dicen ni pío. Ahora resulta que no es cierto que plantearon cambiar el escudo. La verdad es que, ideológicamente, ya han sido derrotados. Para ganar las elecciones, han tenido que defender públicamente las ideas de los contrarios. Y negar todo lo demás.
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